miércoles, 31 de marzo de 2010

Capítulo 8 parte 1


Capítulo 8 parte 1

Ridículo


Me levanté de la silla, y ordené a mis piernas la acción de caminar hasta una de las cajas aún cerradas de la mudanza. Sabía que allí estaba. Mi viejo radiocasete donde aún creía recordar que había dejado el casete de los Beatles que papá me había grabado.
Lo enchufé a la corriente, y le di al play. Ya sonaba…Michelle. Me encantaba esa canción. Me recordaba a etapas felices, cuando sonreía siempre. Su melodía me recorría todo el cuerpo envolviéndome en un escalofrío cálido. Y sin quererlo, mis piernas bailaban con movimientos circulares al ritmo de la música. Cuando me fui a dar cuenta, la canción había terminado, y yo aún seguía bailando como si la melodía se siguiera reproduciendo en mi cabeza. Paré y me volví a sentar en la silla sin mirar mi libreta de ejercicios, solamente esperando la siguiente canción. Mientras sonaba Get Back, miré por la ventana observando algo, sin saber el qué. Me puse de pie, para mirar el jardín y mi cuerpo se quedó congelado. No puede ser. Es él. Parado mirando hacia mi ventana, espiándome. Seguro que me vio bailar. Que vergüenza. Me volví a sentar sonrojada y nerviosa. Acto seguido volví a asomarme por si todavía seguía allí, pero ya no estaba. Entonces, sonó el timbre. No, no puede ser él. Salí de la habitación, bajé las escaleras y abrí la puerta. Él. Si, se quedó parado delante de mí con esa cara de arrogante y sus profundos ojos azules reflejando su indiscreción. No dijimos nada, quizás durante unos segundos. Entonces rompí el hielo.
- Hola

- Chica nueva - y sonrió

- Ehm…¿el motivo de tu visita? - pregunté sin pensármelo dos veces.

- Perdona, es que esta situación es un poco cortante - señaló riéndose

- No me lo jures - le dije sonriendo
- Es que pasaba por aquí, casualmente pensando en ti, y como os vi mudaros a esta casa pues decidí probar suerte a ver si estabas.

- ¿Perdón? ¿Tu vives aquí? - pregunté sorprendida

- Si, vivo unas casa más allá, pero eso no importa. La cuestión es que quiero preguntarte si…querrías pasar la tarde conmigo. - y me miró a los ojos, parecía cortado, tímido pero con una resplandeciente sonrisa luciéndose en su cara.

- Ehm…es que no creo que esté bien, no nos conocemos de nada y mi casa no esta como para recibir visitas.

- ¡No, no, no! No pretendo entrar en tu casa, no quiero invadir tu espacio de esa forma, solo me gustaría que dieras un paseo conmigo.

- No creo que deba, lo siento.
- ¿No confías en mi?
- No debo y… no confío, no quiero.
- No pareces muy convencida de lo que dices - entonces el azul de sus ojos se hizo más intenso.

- Esto es ridículo, un chico que no conozco se presenta en mi casa un sábado por la tarde para invitarme a salir, ¿y pretendes que confíe?

- No pretendo que confíes, pretendo que te arriesgues.

Me quedé parada mirándole fijamente.

- ¿Como sé que no eres un violador o un asesino?
- Por favor, no me van esos rollos - dijo entre carcajadas
- Sigo pensando que esto es ridículo

- Y yo también lo pienso, pero me gusta. Me gusta que esta situación sea cortante, me gusta que te pongas nerviosa, me gusta que te niegues a salir, y me encanta cuando no sabes que decir porque sabes que tengo razón, entonces me miras intensamente. Y eres más linda aún.

Mi cuerpo ya me era incapaz de responder. Para mí era inexplicable como un ser tan despreciable como él podría ser tan irresistible y apetecible.
- ¿Porqué me sigues? ¿Porqué haces todo esto? - y nuestros rostros se acercaron sintiendo nuestra respiración mutuamente.
- Porque no se lo que me pasa. Necesito averiguarlo. - su voz ahora sonaba seria y apagada.
- ¿Lo que te pasa es malo?
- No lo sé, pero si lo es, me da igual. No pienso parar.
- Bien, en ese caso. ¡Adiós! - y cerré la puerta, entonces observé su cara, burlona y divertida, como si le hubiera gustado que le hubiera dado con la puerta en las narices.
- Me lo esperaba de ti. Aunque en el fondo me sorprendiste. - dijo como si supiera todavía que seguía detrás de la puerta.

- Estas flipando, estas completamente loco. - y no hubo respuesta.


domingo, 28 de marzo de 2010

Capítulo 7 parte 2

Posiblemente olvidada
Capitulo 7 parte 2

Era la única persona que conocía. Era un comienzo.
Es un chico diferente a los demás, y extraño. He ido a muchos institutos en mi vida, y en ninguno había conocido alguien como él, al que le importase tanto una mirada incluso más que estar con los amigos, alguien que analiza a las personas por dentro, acierta y te desconcierta. Y nunca te imaginas lo que va a decir.

Al día siguiente me desperté pensa
ndo que todo lo que había ocurrido, él yo y mis galletas, habían sido un sueño. Que había sido fruto de mi subconsciente nocturno. Pero me di cuenta, que esa irónica pero a la misma vez dulce manera de hablar, esa forma de picar el ojo, esa resplandeciente sonrisa, y esa belleza cegadora, era real.
Él no me caía bien, era como si lo supiera todo de mí, cuando no ha necesitado una vida para descubrirlo, y eso me fastidiaba.

Mi vida solo la conozco yo, y él por mirarme a los ojos, describía como era sin ningún error, ninguna falta, acertando absolutamente en todo. Pero al mismo tiempo, al no conocer a nadie del instituto, sentía la enorme necesidad de estar cerca de él, muy a mi pesar. Él se veía simpático, y además, guapo. Sin embargo, decidí no darle importancia a todo aquello que se estaba convirtiendo en mi tormento. Que no paraba de darme vueltas en la cabeza. Ese chico no tenía derecho a ocupar de ese modo parte de mi pensamiento.
No debería darle permiso para entrar… Y dejarme comer la cabeza gracias a sus actitudes. Desde ahora le quedaba denegado el paso. Ya no podría hacerme más visitas.
Mientras él salía por la puerta de salida de mis pensamientos, la idea de que es sábado y no hay clase, aparecía por la puerta de entrada sin avisar, invadiéndome de un ruidoso suspiro, poco habitual en mí. Hoy es sábado, no hay presiones. Soy libre.

Era mi primer fin de semana en Nueva Jersey, y nunca me había sentid
o tan sola en mi vida. Aunque me haya venido bien esta soledad, para adaptarme a mi nuevo hogar, relajarme y ordenar mi cabeza, jamás había pasado un sábado sola en casa incluso sin mis padres. En Detroit, y en los sitios en que he vivido, siempre he salido los sábados con mis amigos o con mis padres. Me resultaba extraño ese vacío. Pero no estuvo nada mal probarlo por primera vez. Quizás este es el lugar al que más me está costando adaptarme, y aún no entiendo el porqué. Papá y mamá me habían dicho que mañana domingo íbamos a salir al centro comercial para comprar ropa y cosas que necesitemos para nuestra casa. Así que decidí hacer mis tareas de clase lo más pronto posible para tenerlo todo listo. pensé. Nunca en ninguna escuela me habían mandado en un día tantos deberes. me dije. Matemáticas…a ver. Página 5, ejercicio 3. Difícil. No se si iba a poder resolverlo. Mierda. No lo entiendo. Odio la geometría avanzada, para mi era algo ilógico... Las letras me gustan mucho más que las ciencias, y me encantaría dedicarme a escribir y a las artes, aunque estas últimas si tengan que ver con los números. La vista se me quedó parada en un punto fijo con la mirada perdida y con la mente en blanco, fracasando en el intento de pensar la respuesta del ejercicio.


lunes, 12 de octubre de 2009


"Diferente"


Durante la espera pude observar como detrás del banco de la parada había una especie de toldo donde se encontraba pegado un cartel que decía:

Ganer
“tu autobús de confianza”

La típica publicidad que no tiene mensajes subliminales pero que de algún modo atrae la atención del público.
El autobús ya se encontraba delante de mi, era mas grande que los demás autobuses y se teñía de un color azul turquesa llevando unas letras en amarillo que decían:
“Ouran High School” Colegio privado de Nueva Jersey
Se formo una cola en un abrir y cerrar de ojos detrás de la puerta, y fue cuando me di cuenta que era la última de la fila. Estupendo. Todos subieron rápidamente como si tuvieran prisa por coger el mejor sitio donde sentarse con los amigas y amigas para contarse cosas del día anterior o simplemente para conversas sobre el tema que surja.
Cuando hube subido las escaleras, salude amablemente al conductor con aire antipático y malhumorado sin recibir respuesta alguna.
Levanté la cabeza para observar los asientos que quedaban libres, que eran pocos. Y opté por el único sitio vacío y sin acompañante. Permanecí rígida y callada, en tensión. Porque siempre me ha importado muchísimo lo que la gente piense u opine de mí. Tenía la mente bloqueada, como en estado de shock.
Cuando salí del autobús me sentía como si me hubieran dado 400 vueltas en un noria a una velocidad de vértigo. Mareada y confusa.
Con el poco conocimiento que tenía de mi realidad, entré a clase, y aunque durante toda la hora presté toda la atención que mi mente me permitía, no me enteré de la mitad de la teoría.
En la hora de descanso, me senté debajo de un arbusto, y comencé a comer las galletas de chocolate de mamá, y me sabían tan bien en aquel lugar.
- ¿Me das un poco? – escuché un voz dulce y tierna tras de mí. Me di la vuelta, y ahí estaba él, con esa mirada penetrante que intimidaba.
- Si, sírvete – dije amablemente
- Gracias – dijo cogiendo una galleta de las tres que quedaban, entonces cogí otra.
- Mmm..., están buenísimas – dijo con una sonrisa de oreja a oreja
- Si, las ha hecho mi madre, es una experta en galletas
- Dale felicitaciones de mi parte, se lo merece – dijo guiñando un ojo
- Gracias, se lo diré – dije irónicamente
- Solo queda una…¿La compartimos? – y pensándolo bien no se le podía decir que no a esa sonrisa pícara y a esa mirada tan profunda. Le hice un gesto positivo con mi cabeza, y acto seguido tomó la galleta y la partió por la mitad.
- Gracias – dije con tono sincero
- No me las tienes que dar, son tus galletas. ¿recuerdas?
- Ya…es verdad
- ¿Por qué estas aquí? Apartada de la gente
- Soy nueva…no conozco a nadie
- Me conoces a mi – dijo con tono inesperado
- Si tu lo dices…acabo de llegar y apenas he cruzado unas palabras contigo
- ¿Nunca te han dicho que tienes unos ojos preciosos? – me quedé petrificada, el tono de voz con el que lo dijo era tan dulce tan expresivo.
- No, nunca me lo han dicho. Pero gracias por el cumplido.
- No es un cumplido. Es la verdad. Sabes…eres misteriosa. Siento una enorme curiosidad por saber quien eres. Eres impredecible.
- ¿Cómo eres capaz de decir eso de mí, sin conocerme de nada?
- Ni yo mismo lo se…desde que te vi ayer por primera vez, descubrí que eres diferente. – Me quedé callada, mirándolo profundamente, como nunca había mirado a nadie. Todo lo que dijo sobre mi, era cierto. Y no me conocía de nada. Había una cierta conexión magnética entre sus ojos y los míos. Descubrí que él también era diferente.
- ¿Diferente? – pregunté simulando estar sorprendida
- A las de más chicas…Pero bueno esto te parecerá una tontería. No lo tomes en cuenta. Perdona si te he molestado, no era mi intención.
- No, no me ha molestado para nada.
- Bueno me tengo que ir, hasta mañana “chica nueva”. – dijo con una sonrisa resplandeciente y acentuando la frase “chica nueva”

lunes, 14 de septiembre de 2009

Capítulo 6 parte 2


Sorpresas



Al día siguiente, me desperté con la conciencia de que el autobús del ouran pasaría a recogerme. Y ante esa noticia me encontraba completamente aterrada.
Desde mi cama tenía una vision total y absolulamente temprana y sombría, como si desde por la mañana el día me avisara de que no iba a ser de los mejores.
Me dispuse a vestirme y arreglarme, y habiéndome quedado diez minutos parada delante de mi gigante armario de madera, totalmente indecisa, opté por un vestido ceñido a la cintura, con mangas que caían desde mis hombros hacia mis brazos y a una altura proporcional a la medida de mis rodillas.
Abrí mi zapatero y esocgí unas zandalias de color blanco con unas tiras que se cruzaban y dejaban resaltar el escaso bronceado de mi piel.
Comencé a peinar aquel estropajo que tenía por pelo e intenté parecer mínimamente decente aunque el propósito inicial haya sido "operación portada de revista de moda" que concluyó siendo un fracaso total. Quizás en aquel momento, la poca autoestima que tenía no ayudaba nada a verme mas linda ni mas hermosa. Simplemente estaba haciendo de mi... Nada especial.
Eso me entristecía, yo a mi misma me describo como alguien alegre. Alguien creativo, con ganas de aspirar a más. Sin embargo, hay días en los que uno tiene ganas de ser invisible ante el mundo entero, como si la propia existencia sea una auténtica mentira.
Después de haber procesado todos aquellos pensamientos drámaticos que me hacían sentirme en un vacío interno que me ahogaba. Decidí bajar a la cocina a desayunar. Y para mi sorpresa, papá no se hallaba allí, sin embargo mamá se encontraba preparando tostadas con mermelada de fresas.
- Buenos días, mamá - y le di un beso tierno en la mejilla
- Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? - preguntó algo sorprendida por mi temprana presencia.
- Si, mamá. Mmm... ¡Qué bien huele!
- ¿Tienes hambre?
- Bueno... no demasiada, estoy algo nerviosa por el autobús. No estoy acostumbrada, esto es nuevo para mi. En Detroit siempre me llevaba papá. No lo entiendo.
- Lo sé, cielo. Pero debes de entender que el instituto está un poco lejos y tu padre tiene que ir a trabajar temprano. Es mejor que vayas en autobús, ya que el instituto presta ese servicio.
- Ya... supongo que tienes razón - me maldije en aquel momento al pensar en "la suerte" que tenía.
- Allí tienes la leche lista - dijo señalando el tazón que se hallaba en la encimera.
- Gracias, mamá - pronuncié con un tono de voz apagado, seco, triste. Quizás ni yo misma me hubiera reconocido si me hubiera escuchado en una grabación.
No dijo nada. Mamá no dijo nada al respecto, no se inmutó por mi tono depresivo, aunque quizás había un aire de preocupación en sus ojos verdes.
Mientras daba bocados a la tostada de fresas, me hundía en mis pensamientos y en la profunda intriga de si el día iba a pintar bien.
- Sarah, si no te das prisa perderás el autobús - "si, eso es lo que quisiera" me dije con deseo para mis adentros. - Ya verás que todo te saldrá bien - me tranquilizó con un beso en la frente. Supongo que el clima no tenía porque influir en mi vida, ni en las cosas que ocurran en ella. Tenía lógica. Aunque la idea de aquel viaje en autobús me seguia aterrando.
- Adiós, mamá - y entonces imité lo que hizo para despedirme.
- Sarah, recuerda que la parada está justo al doblar la esquina .
- De acuerdo.
Concluyó la conversación, me llevé la mochila al hombro que por cierto, pesaba como un globo de helio, debido a que todavía no poseía los libros de instituto y debía ir a comprarlos.
Cuando salí de casa, me di cuenta de que tenía que caminar un buen trecho hasta la parada a causa de que la calle es enorme y mi casa es una de las centrales. Transcurrió un cuarto de hora aproximadamente hasta que pude ver con claridad y seguridad, la parada de autobuses. Había un banco donde se encontraban cinco personas sentadas, hablando entre sí, sin excepción de ninguno y alrededor de veinte personas de pie.
Todos eran del insituto puesto que la mayoría llevaba sus respectivas mochilas.
Me coloque apoyada en la pared, a un metro de distancia de la multitud. Sola y nerviosa.



miércoles, 15 de julio de 2009

Capítulo 6

El primer día de instituto (parte 4)

Tantos chicos en mi cabeza... y quizás solo uno ocupaba mi corazón





Ahora sí, estaba sola en clase. Y como no soportaba aquella soledad, decidí salir a los patios.
Cuando hube bajado, descubrí que hubiera sido mejor quedarme en clase, porque en los patios me sentía más sola aún. Todos en grupo, compartiendo experiencias personales, mientras yo, sentada en un banco de madera, pensaba en “el chico de miradas profundas” y en lo que me había dicho.
Me daba rabia que me hubiera hablado como si me conociera de toda la vida, el no sabía nada de mi vida ni el infierno que he tenido que pasar.
Pero lo cierto es que tenía algo interesante, algo que me impedía dejar de pensar en ello. Cuando levanté la cabeza descubrí que me observaba solo en otro de los muchos bancos de madera que habían. ¿El también estaba solo? Me resultaba raro que un chico tan lindo como el no tuviera amigos o “amigas” es decir chicas detrás de él. Pero eso lo descarté cuando de pronto descubrí como se acercaban tres chicas y se sentaban junto a él. Vale retiro lo dicho. Acompañado si que está. Pero había algo que no me cuadraba en aquel personaje. Y tenía que descubrir el qué. Por lo pronto, lo que debía hacer era esperar a que papá viniera a buscarme, mientras él me seguía observando, mientras sentía que me leía la mirada, por muy extraño que parezca.
Se oyó el claxon del jeep, lo reconocí enseguida. Me puse en pie, y alejándome lo seguía observando como si una parte de mi quisiera estar con él.
- Hola papá – dije entusiasmada por verlo después de habernos reconciliado.
- ¡Sarah! ¿qué tal? – respondió dándome un beso en la mejilla a la misma vez.
- Pues…más o menos – dije con ganas de contarle lo del chico de miradas profundas al que no me gustaba llamar Oscar, pero en el fondo sentía que eran cosas mías y…quizás no debía. – Entré a la dirección, y me atendió un señor muy amable que me informo y me dijo que mamá le había dicho que era una chica de sobresaliente. Cosa que me enorgullece pero no quiero volver a ser la “empollona de la case”.
- No seas boba, tú eres aplicada y eres una de las mejores, aunque para mí la mejor, y lo que puedan decir de ti no te tiene por qué afectar ya que tu eres como eres, y no quiero que cambies.
- Lo sé papa – y pensé en ese momento lo encantador que era mi padre y yo tampoco quería que cambiara, porque estaba orgullosa de él a pesar de todo.
Durante el trayecto, le conté todo lo que había vivido en aquel recinto que tenía por nombre una serie de anime. Menos lo de “oscar”, claro.
Cuando llegamos a casa, que por cierto, tardamos como tres cuartos de hora ya que de paso fuimos al supermercado a comprar algo de leche y yogures. Papá entró adentro, mientras yo me quedé fuera, a causa de que mi móvil volvió a dar el tono de llamada y descubrí que tenía que cambiar esa música.
- ¿Si? – contesté dudosa
- ¡Holaaa! Sarah soy Susan, estoy con Alice – respondió emocionada
- ¡Chicas! ¿Cómo están? – pregunté alegre por aquella llamada que de nuevo me recordaba Detroit pero me liberaba de mis pensamientos sobre el Ouran.
- Muy bien, pero extrañándote. No sabes cuánto. Pero bueno… ¿Qué tal ese primer día de instituto? Nos dijo Charlie que hoy lo empezabas.
- Si…Pues para empezar, el instituto tiene nombre de una serie de anime – aclaré un poco harta de seguir repitiéndolo. – Ouran High School, horrible.
- ¿Qué dices? Ay mi madre…
- Si, lo que oyes. Pero a ver si con el tiempo me entero de porque le pusieron ese nombre.
- Bueno, pero cuéntanos como te fue. ¿el insti es más bonito que este? – preguntó Susan, con un tono curioso.
- Siento tener que decir esto, pero tengo que admitir que es mucho más bonito. Pero Susan, nada que ver son dos estilos completamente distintos. Y aparte, es enorme.
- ¡Que guay! Me voy a ir a vivir a Nueva jersey, chica. – entonces reí, pero en seguida me puse seria, y me lamenté muchísimo por no estar allí.
- No quieras mudarte aquí, allí estas mejor, créeme- contesté aconsejando a mi valiosa amiga.
- Ya…bueno, me imagino que extrañas todo esto, pero cuéntanos. Llevamos como diez minutos hablando y solo sé que el insti es bonito y grande.
- Bueno, la verdad es que tienen un servicio muy amable. El profesor que me tocó es muy joven, y es guapo, se llama Benjamin.
- Mmmm, no te vayas a ligar al profesor – dijo entre carcajadas
- No, pero tiene pinta de ser demasiado bueno. La clase es muy bonita, pero no conozco a nadie, todavía. Hoy solo era recogida del horario… - cuando de repente, vi pasar de nuevo al ¡chico de la bici roja! Paso y me miro con cara interesante, y su mirada me resultaba muy familiar, pero supuse que era una tontería. Me quede mirándolo hasta que se alejaba poco a poco con el teléfono en la mano sin pronunciar palabra.
- ¿Sarah? ¿Estas ahí? – escuché a Susan aclamando mi presencia telefónica angustiada.
- Eh…si. Lo siento es que me llamó mi madre y la estaba buscando – dije nerviosa, como si tuviera fuego dentro de mi cuerpo. Mentí.
- Ah bien. ¿Y que más paso?
- No mucho más. Chicas tengo que colgar. Gracias por llamar. Besitos. Las quiero.
Y la llamada finalizó. Había tantos chicos en mi mente…y ninguna chica. No había podido hacer ninguna amiga en Nueva Jersey. Aunque tampoco es que quisiera rehacer mi vida tan rápidamente. Mis amigas eran geniales y siempre iban a estar conmigo. Pero…Charlie, el chico de la bici roja, el chico de miradas profundas…
Y los dos últimos, los más misteriosos, aunque Charlie también lo era al fin y al cabo. Todavía no había sido capaz de decirme a la cara, mirándome a los ojos, que me quería. Y él ha sido el chico que me ha gustado desde que pise por primera vez Detroit.





lunes, 13 de julio de 2009

Capítulo 5 parte 2

El primer día de instituto (parte 3)

¿Cómo era posible? ¿Se pueden leer las miradas?


Noté algunas miradas que se clavaban en mi ser. Como cuchillos. Sentía una presión enorme, y no me atrevía a levantar la vista de la mesa. Pero después de cinco minutos cuando el profesor Benjamin comenzó a exponer su discurso de bienvenida esa sensación desapareció. Entonces fue cuando por fin pude levantar la mirada para observar lo que me rodeaba. Toda la clase estaba atenta a lo que el profesor decía. Pero pude ver como un chico de la primera fila estaba levemente girado hacía mí, con su mirada clavada en la mía. Y por muy extraño que parezca, no podía esquivar aquella mirada tan profunda. Era como si me hiciera sentir bien.
Nos pasamos como un cuarto de hora mirándonos, como si nos conociéramos de toda la vida, como si conectáramos, como si no fuéramos unos desconocidos. Su pelo era negro, y bastante picado. Su piel era de color claro y tersa, sus labios parecían sacados de una película y sus ojos, como ya he dicho. Totalmente profundos. De repente, aquella situación me asustó totalmente. Y volví en sí, después de haber penetrado en su mirada. Me sentía extraña. ¿Por qué me mirará de aquella manera ese chico? ¿Tendré algo en la cara?
No encontraba ninguna respuesta a aquellas preguntas.
- Bien chicos, de nuevo bienvenidos al nuevo curso. Ya me conocen, y seguro que lo pasaremos muy bien. Será el último año de la eso. Y por esa simple razón tendrá que ser inolvidable. Pero no les voy a mentir chicos, va a ser un curso duro. Así que les deseo mucha suerte.Oscar, ¿tienes algo que objetar? – No puede ser…se refería a él, a el chico de miradas profundas

- Ehm…No, profe. Mucha suerte también a usted. – dijo con un tono burlón, y enseguida se escuchó una avalancha de risas por lo que había dicho.
- Que gracioso. Bueno, te aviso desde ahora que no me gustaría tener problemas contigo Oscar. Espero que nos llevemos bien.
- Claro, profesor. Como no. Como puede pensar eso de mí. – Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
- Bueno, esta bien. Espero no tener que pensarlo. En fin, chicos, mucha suerte a todos. Ahora podéis bajar a los patios para charlar. Luego os podéis ir. Mañana comenzaremos. Intentad ir consiguiendo los libros, para empezar con ellos lo antes posible. Hasta mañana.
Todos se levantaron más tranquilos de lo que hubiera imaginado. Solo quedaba Oscar, El profesor y yo. Quería hablar con el profesor, pero supongo que una presencia lo interrumpía. Pero eso, no me impidió dirigirme al profesor y terminar de presentarme, por decirlo de alguna manera.
- Profesor…eh…yo intentaré conseguir los libros para mañana. Y mucho gusto.
- Igualmente, por los libros no te preocupes. Bueno… ¿Te ha gustado esto?
- Bueno…es diferente a Detroit – reí
- Si, bueno… coincido contigo. Pero yo espero que consigas adaptarte a la perfección.
- Muchas gracias. – concurrí pensando que se iba a quedar hablando con Oscar. Pero no ocurrió así. Y cuando me fui a dar cuenta. Estaba yo sola en la clase, con “el chico de miradas profundas”

No quise pronunciar palabra. Le sonreí, y me dispuse a salir de la clase. Cuando escuché un voz.
- Espera – hice una pausa a mi acción de caminar, y me di la vuelta. Se levantó de su silla, y se acercó a mí.
- Así que tu…eres la chica nueva – dijo de nuevo con un tono de vacilón
- Mmm…sí. Lo has adivinado tu solo. – intenté imitar su forma de hablar, pero no me salió.
- No finjas ser quien no eres, no te pega ese tono. A mi si. Eres muy dulce para eso. – entonces su mirada se hizo más profunda.
- ¿Y tu acaso sabes cómo soy? – pregunté con cara interesante.
- Bueno…cuando me mirastes lo dijiste todo. – me quedé parada y no sabía que contestarle, pero el rompió aquel silencio.
- ¿No lo crees?
- No lo creo…no sabes nada de mi vida, me acabas de conocer. Y tu no dijistes nada con tu mirada.
- Eso es porque tú no sabes leer las miradas – dijo burlesco como si se las supiera todas, cosa que me molesto demasiado. Y quizás en ese momento, sin querer lo habré mirado con una de mis miradas asesinas que llevaba practicando durante años.
- Bueno, chica nueva. Ya nos veremos – entonces desapareció y el sonido de sus pasos fue desapareciendo.


sábado, 11 de julio de 2009

Capítulo 5



El primer día de instituto (parte 2)


Sola ante la multitud

Me bajé del jeep, después de haberme despedido de mi padre. Quién me deseo toda la suerte del mundo, y me dio el mapa del instituto para no perderme.
Me quedé observando el instituto desde fuera un rato. Era impresionante. Era tan grande, tan bonito, tan elegante. Fue cuando me di cuenta que para un instituto así quedaría mejor los uniformes, pero mejor así. Había mucha gente, y sobretodo podía distinguir los diferentes y variados grupos de amigos y amigas que no paraban de hablar. Suspiré, y nerviosa entré adentro, donde me encontré con unos decorados de los alrededores hermosos. Pero de pronto me encontré tan sola ante aquella multitud de estudiantes. A donde ir. No quería mirar el mapa, y por lo que puede ver la puerta principal estaba abierta, así que tímidamente entré, y fue entonces cuando hice uso del mapa. La dirección estaría en el primer piso. Justo en frente de donde yo estaba. Perfecto. Toqué la puerta y escuche un “adelante”. Abrí la puerta lentamente, y deje al descubierto mi rostro.
- ¿se puede? – pregunté dudosa
- Claro, pasa – contestó el que supuse que era el director, con su traje y corbata a juego.
- Buenos días, señor. Soy Sarah, y me acabo de inscribir en este instituto. Me mudé hace dos días y…
- ¡Ah! Tu debes de ser esa chica de sobresalientes que tanto me han hablado.
- ¿De sobresalientes? – pregunté extrañada, aunque era verdad. Estaba en lo cierto, saqué todo sobresaliente.
- Sí, tu madre…Adelaida. ¿No?
- Si…
- Ella me hablo muy bien de ti. Este instituto es muy riguroso a la hora de inscribir a la gente.
- Que bien, pues quería informarme sobre lo que tengo que hacer.
- Ah si, dirígete a secretaría, allí te informarán sobre tus clases, tu horario, los libros, y todo lo que quieras saber sobre el Ouran.
- Muchas gracias, señor.
- De nada, y buena suerte.
Como él me había dicho, fui a secretaría que estaba justo al lado. Allí me informaron sobre todo. Me dieron una hoja con mi horario. Una lista de los libros que tendría que comprar, y el material que se requería.
Miré las clases, y observé que justo ahora tendría la clase de iniciación. Conocería quién sería mi tutor. Me presentaría ante todos. Cosa que odiaba. Y me sentaría a escuchar lo que sería el primer discurso del profesor. Horrible. Me daba mucha vergüenza y miedo escénico. Pero era algo que tenía que hacer. Me armé de valor y subí al primer piso. Clase…cuarto de eso…a ver… Es la clase A. La encontré. Estaba a unos segundos para entrar en esa aula que sería mi segundo hogar a partir de ahora. Me aterraba aparecer.
Cuando por fin me decidí, toqué la puerta. Entré. Y mientras todavía se veía a los estudiantes tomando asiento, y hablando de sus vacaciones. El profesor se puso de pie y dijo.
- Callen, silencio por favor.
Surgió un apagamiento de voces. Yo me quedé paralizada al sentir varias miradas que caían sobre mí.
- Tú debes de ser la nueva, ¿No? – preguntó el profesor. Era joven. Su pelo era rizado, como si fuera de oro. Y sus ojos se ocultaban tras unas gafas cuadradas, con cristales al aire. Era guapísimo. Y no tenía pinta de estirado.
- Ehm…sí – Usted debe ser…el profesor Benjamín, sino me equivoco.
- No te equivocas. Dime tu nombre, te presentaré ante tu nueva clase, y te sentarás al fondo.
- Me llamo Sarah Miranda Spell. – dije, maldeciendo mi nombre en aquel instante.
- Muy bien, encantado Sarah. Muy bien, muchachos, ya basta. – Surgió un silencio.
- Tenemos a una nueva alumna, Sarah Miranda Spell.
- Buenos días – dije echando una vista rápida a mis ahora compañeros de clase.
- Holaa – dijeron algunos de ellos. – Sonriendo crucé la clase hasta llegar a la última fila, y me senté en la mesa d
e la esquina.